miércoles, 26 de agosto de 2009

La olla grande


No sé como hilar esta historia; que se encarge la obstinación. A través de los comentarios hechos por lectores en periódicos colombianos ha crecido mi consciencia de los diferentes ángulos, no académicos, de tratar el conflicto colombiano. En este post, no hablaré de los comentarios fundamentalistas de derecha o izquierda, hablaré de una postura más sutil y cuyo aporte a la solución del conflicto(s) colombiano debe ser motivo de reflexión. Me refiero a una posición que si bien promueve el comportamiento ético y legal, juzga desde "afuera" el conflicto colombiano. Cuando digo afuera no me refiero a un espacio geográfico, me refiero a un espacio social. Algunas de estas personas de hecho participan en la solución del conflicto por la vía legal. Quizás la descripción precisa sea: la voz de los inocentes, en contraste con la de los culpables. Pero este post no es para homenajear su entereza, es para reflexionar sobre el discurso de los inocentes, más allá de sí realmente lo son -muchos de ellos se autodenominan inocentes pero quizas es solo una ilusión producto de su ingenuidad sociológica o cuestión de inmunidad psicológica-. Pero permitanme confesar mi objetivo. Pretendo articular un discurso que logre integrar a los "culpables", pero sobretodo a los "complices" dentro del proyecto nacional. Son estos últimos los que no tienen ni el brillo moral ni la fuerza bruta para imponer su discurso -ahora que escribo estas palabras me imagino que los políticos entenderán mucho mejor la óptica del cómplice-. Si acaso aporto a deconstruir estás categorias de "culpables" e "inocentes" en cuanto a su calidad estática, habré logrado mi objetivo con el presente post. "Todos sabemos quienes son, pero nadie se atreve a decir", éste es el lugar común de muchos colombianos. Pero, existen hombres cuya entereza los cubre de una autoridad moral que a menudo deviene despótica, porque la mayoría de colombianos, aquellos que se asumen complices (aunque no lo reconocen en público) no los paramos y les decimos hey, y nosotros que? donde queda nuestra autoridad para hablar como ciudadanos. Algunos reprochan la voz que se les da a los jefes paramilitares, yo pienso que no hay que reprochar la voz que se otorga, sino la que se silencia (como la desconfianza hipócrita con ex-miembros del M-19 incorporados a la labor política). En el proyecto de nación tenemos que hablar todos, con la única autoridad de un sueño común como colombianos. Debemos identificar los abusos de la "reputación limpia" que a menudo se convierte en una forma de extorsión contra los colombianos que nacieron y se hicieron en el conflicto. Este debate es difícil, sumamente difícil, a veces pienso que quizás el olvido logre más que la historia entendida como cantera de injurias. La única forma de entender esta posición es desde ambos extremos de la gamma política, para el inocente que no logra asumir la calidad histórica del conflicto le será casi imposible entender esto. Pero cuantos somos inocentes? cuantos culpables y cuantos complices? las proporciones cuentan, son las que separan al síndrome de las epidemias, al terrorismo del conflicto. No pretendo afirmar "los números santifican" como irónicamente lo decía uno de los personajes de Chaplin, pero los números y más precisamente las proporciones cambian los términos cualitativos del juicio moral probablemente porque comprometen la identidad misma del colectivo. Paradójicamente, las autoreflexiones de la Alemania post-nazi pueden ayudarnos a asumir nuestra inacabada historia.

Posdata: Las siguientes referencias aportan a una relectura crítica de este post:

La nación soñada de Eduardo P. Carbó.

** «Donde todos son culpables, no lo es nadie [...]. Siempre he considerado como la quintaesencia de la confusión moral que en la Alemania de la posguerra aquellos que estaban completamente libres de culpa comentaran entre ellos y aseguraran al mundo cuán culpables se sentían, cuando, en cambio, sólo unos pocos de los criminales estaban dispuestos a mostrar siquiera el menor rastro de arrepentimiento.» Responsabilidad personal en la dictadura, Annah Arendt.

Foto de Jorge Luis Serna publicada en el portal de la alcaldía de San Andrés de cuerquia.

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