domingo, 31 de marzo de 2013

Infografías y algo más


Parece haber una nueva tendencia en el discurso crítico socialista y humanista: el lenguaje infográfico (Drones y desigualdad en EEUU). La razón de su irrupción parece estar relacionada con la versatilidad del formato digital y las redes sociales, junto a la posibilidad de llegar a un público cada vez más sensible al lenguaje técnico. Esta apuesta es un arma de doble filo, la noción ilustrada de dignidad se ve amenazada por la lógica estadística. Un pensamiento quizás no tan inocente es ver en ello la posibilidad de establecer un debate en términos más científicos: la precisión, la construcción objetiva del hecho, la automatización del procesamiento de datos, etc. También parece importante el arrebatarle a ciertos cuerpos institucionales el monopolio sobre el lenguaje científico, a menudo reducido a simple mimesis. Si se acepta este lenguaje no hay que caer en el mismo juego del sofisma numérico; debemos estar dispuestos a conciliar la crítica político-moral con la exigencia del método científico. Ya entrando en materia habría que empezar por distinguir entre "precision" y "accuracy", y una colección de conceptos que parece no tener fin. Esto puede llevarnos a ejercicios crueles donde la sutileza del análisis estadístico se abre paso sobre historias humanas reducidas a una cifra. No es la primera vez, ya la democracia propone algo semejante: en vez de contar historias se cuentan votos. Esto no desapareció las historias, las multiplicó. No voy a decir que la democracia es la historia de un triunfo, pero probablemente es un proyecto que no ha sido en vano. Si aceptamos pues esta nueva lógica, no bastará con estadísticas en formatos intuitivos; será preciso explicar por qué la infografía es significativa tanto para el ojo intuitivo como para el experto; la sutileza del lenguaje estadístico esta lejos de ser inofensiva. Sólo bajo un compromiso íntegro, no meramente retórico, podremos tomar una decisión responsable desde el saber científico y ético.

jueves, 28 de marzo de 2013

The End of the Mob?


When I see people that is not only passive but actively against social activism, people that believe that individualist ethics is not only necessary but sufficient… Then I try to remember the social achievements of the XIXth and XXth centuries:  constitutions, democracy (once limited and eventually universal), education, etc. Could have been all these achieved without massive mobilization or social democratic reform? Are these people totally unaware of history?… or is it something else? On the one hand are the classic libertarians. They see the State with the same eye that the protestant saw the big fat Vatican church. They see socialists like catholics asking for the mercy of god… well, demanding it, which seems equally gratuitous not to mention unfeasible. But protestants quickly understood the difference between being fat and big: The empire was big, but healthy. In fact, it was so light that as it grew, they referred to it as the expansion of freedom and democracy. What made it healthy was that it truly payoff for those committed to ethical excellence. Being born in England or Northern Europe provided some help, nevertheless Japanese didn't complained about it. 

On the other hand is the idea that most major social achievements have already been done, and the only thing that is left is the fine tuning of policies which are not to be craft by demagogic politics but by expert committees. The rules of the game are practically settled, now we can just focus on playing as individuals. If there's still some residual systematic bias is to be corrected by expert committees, not by the mob whose role was only foundational.

 If the big complex machine doesn't work, lets make it smaller and simpler. Then even if it has problems, it will not affect us as much. Lets run on already reliable machines. Are these reliable machines simple? were they always working or was there a path of trial and error to achieve their level of complexity and reliability?

miércoles, 20 de marzo de 2013

Nuevos libertarios


Si bien es cierto que Latino América adolece de un teísmo de Estado que contrasta con el énfasis ético de la narrativa protestante, allí están los miles de protestantes que abandonaron Europa –para crear un nuevo mundo, a su imagen y semejanza– como evidencia de que la ética también precisa de un aire libertario. El poder del Estado es tal que incluso el libertario debe obsesionarse con él, así sea solo para mantenerlo a raya.

Vale preguntarnos si tras el multiculturalismo (movimientos localistas en el territorio de la cultura, entendida en su sentido amplio) latinoamericano no hay una forma de libertarianismo, centrado ya no en la familia pero en la comunidad. Las comunidades indígenas y afrodescendientes se nutren de una tradición ética que, reforzada por la misma historia colonial, gira en torno a la comunidad. Se trata de un socialismo orgánico en tanto no gira alrededor de esa comunidad probeta propuesta por el comunismo "científico" –más teórico que empírico–. Sin embargo, hay que cuidarse de no reducir el multiculturalismo latinoamericano a la emancipación de identidades tradicionales. Esto genera una falsa seguridad, la de trasladar el riesgo de la decisión a un pasado incuestionable. También perpetua la discriminación de nuevas identidades. Su viabilidad pasa por descubrir una vocación vanguardista, un espíritu ambicioso y pragmático. Atributos ambos que constituyen un desafío pues se corre el riesgo de reproducir los mismos vicios bajo nuevas banderas. La ambición debe tomar un rumbo diferente al propuesto por la narrativa capitalista y el pragmatismo no debe tener como corolario la aceptación tácita del statu quo.


martes, 19 de marzo de 2013

El caudillismo y su contexto


El siguiente es un ejercicio de exploración argumentativa (o demagogia) para el autor. No está de más decirlo, esto no implica que deba ser así interpretado por el lector.

Al caudillismo popular latinoamericano se le denuncia como farsa y anacronismo, como expresión tropical del fascismo europeo [1]. Esta crítica tiene representantes notables en Enrique Krauze y Mario Vargas Llosa, intelectuales cuyos núcleos de influencia no son las clases populares –las cuales no necesitan argumentos para su sentimiento– sino los circuitos académicos donde se educa a la influyente clase tecnócrata. Vale preguntarnos, ¿Anacronismos de qué historia? ¿Hasta qué punto la historia latinoamericana se inscribe dentro de la europea como para que la acusación tenga sentido? Se podrían discutir los precedentes estéticos, religiosos y académicos, pero nuestra realidad política se asemeja más al medioevo europeo. Es bajo esta hipótesis que vale analizar y proyectar al caudillismo popular latinoamericano; interpretarlo como irrupción republicana y modernidad Bonapartista. Se trata de subvertir el orden neo-colonial, encarnación moderna del régimen aristocrático, y de inventar la modernidad en oposición a esa modernidad anglosajona que encarna ya a la tradición hegemónica. Es por ello que el recurso a la figura de un Bolivar inspirado en las hazañas napoleónicas ofrece algo más que un ícono, es un marco histórico de ubicación y proyección.

[1] El mismo desarraigo de la cultura epistémica en el latinoamericano hace que el caudillismo sea más demagógico que fascista.

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