domingo, 27 de septiembre de 2009

Sobre periodismo (1a Parte)

En los últimos días he observado una crítica inusual por parte de lectores a algunos columnistas de opinión [1]. Inusual porque no se dirige a la posición explicita que el columnista asume frente a un tema particular. Se refiere más a la visualización que el periodista hace del tema o hecho noticioso. Es como si el lector reconociera la imposibilidad de un contraargumento y quizás traicionado (o no) por su inconsciente decide trasladar el debate a otra dimensión. Pero cual es esa dimensión? Daniel Samper Pizano (Lo que le pasó al Hombre Bala, ver link abajo) la identifica, es la dimensión política y cuyo mecanismo de acción es la noticia selectiva [2]. Tras éste malestar con la visualización se revelan las emociones políticas de los lectores y por qué no, también del periodista pues éste no es inmune ni a la manipulación de sus fuentes, ni a la de sus convicciones políticas [3]. Yo también hice un post al respecto (El periodismo según Coronell, ver link abajo) confesando mi malestar, con lo cual también revelo, a la luz de la presente reflexión, mis "inconcientes" convicciones políticas. Vale la pena citar a Daniel cuando advierte a los periodistas: "Por eso, no debe permitir que lo acomplejen quienes compiten a su lado con otras armas, otros propósitos y otros riesgos". Sin embargo, creo que éste tema merece una reflexión menos comprometida que permita revelar muchas de las ficciones sobre las cuales cabalga el periodismo y que si bien pueden estar bien fundadas, es preciso esclarecer su funcionamiento especialmente en momentos de transición como lo son los albores del ciberespacio. Primero que todo es preciso recalcar la diferencia abstracta entre periodismo y columnista de opinión. Y digo abstracta porque a menudo se mezclan en un extraño hibrido que observamos especialmente en las columnas de opinión de consagrados periodistas. Como ejercicio de dialéctica hegeliana o simplemente como abogado del diablo, podría decir que cuando los lectores critican las columnas de opinión (según lo dicta el formato) de algunos periodistas, estos se defienden, no como columnistas de opinión pero como periodistas. En otras palabras, importan la reputación del ejercicio periodístico para defenderse de las críticas que les hacen como columnistas de opinión. Pero no se trata de deslegitimar la posición de estos periodistas, sino de develar los malentendidos en este debate. Una comparación que puede aportar a esto es la de la función del científico en contraste con la del educador. El periodista es comparable con el científico en cuanto su legitimidad no se deriva del Otro. Mientras el científico apela a la verdad empírica y a la consistencia lógica, la función del educador se fundamenta en el Otro. Así, igualmente el periodismo deriva su legitimidad de compromisos constitucionales y valores éticos abstractos, mientras que el columnista de opinión se fundamenta en el Otro, al intentar contextualizar en el lector la lectura del hecho noticioso, con el cual a menudo posee una relación privilegiada. Por privilegio me refiero al acceso directo a las fuentes o al hecho noticioso mismo (en el caso de periodistas con columna de opinión), al contacto directo con los centros de poder (en el caso de políticos con columna de opinión) e incluso al conocimiento comprensivo del tema noticioso (en el caso de académicos y expertos). Es preciso pues hilar fino en el periodismo y prepararse para sus nuevos retos no solo económicos, pero también culturales.

Posts relacionados: El periodismo según Coronell.

[1] Ver entrevistas-chat de Semana con Daniel Coronell y Maria Jimena Duzán. También el artículo: Lo que le pasó al Hombre Bala de Daniel Samper Pizano en El Tiempo.

[2] Rafael García en su entrevista con Noticias Uno sobre las chuzadas del DAS, habla de la versión legal de éste fenómeno: la "ley selectiva".

[3] Omito los intereses personales dentro de la subjetividad periodística pues es preciso construir un concepto ético del periodismo. Esto sin negar los factores que de manera simultanea lo cohesionan y distorsionan.

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Requiem for the Music Inc.

El poder no se contradice a sí mismo, esa embarazosa tarea se la deja a las personas.

Llegó la economía de escala y nunca se le dió la palabra al artesano o al campesino; porque "lo más importante es pensar en el consumidor, que se ve beneficiado con productos de bajo costo". Llega el internet y ahora sí hay que escuchar a los "músicos" (las comillas provienen de la Industria Musical) y no al consumidor que solo quiere escuchar música al menor costo, como es natural. Lo mismo se podría decir de otras formas de (mega)producción. Si querés compartir vuestro duelo por una forma de espectáculo cuya grandeza - mass-mediática - hace parte ya del mercado de la nostalgia, la aceptamos, pero no nos pidan sostener una industria con los mismos argumentos que les fueron negados al campesino y al artesano.

martes, 1 de septiembre de 2009

El periodismo según Coronell

Como el mismo Daniel Coronell lo reconoce en su entrevista-chat con la revista Semana, su columna se distancia de la columna de opinión. Pero antes de ahondar en la ontología de la columna de opinión debo confesar mi sorpresa cuando mi sospecha -y al parecer la de muchos- de que Coronell tendría una fijación personal con ciertos nombres del poder se trasladó a una postura de principio sobre la labor periodística. En esa medida he intentado esgrimir en el presente post algunas observaciones formales que ayuden a entender el origen de mi desazón inicial. Básicamente parto de su afirmación donde expresa su desinterés por complacer al lector, comparando este último ejercicio con la labor de la industria del entretenimiento. Para mí, el punto crucial que determina lo que "es" y no "es" en el periodismo de Coronell es la noción de legitimidad. La posición de Coronell se puede caracterizar porque posa la legitimidad de su ejercicio, en un lugar que no es el de la audiencia general, sino que se ubica en los círculos de poder que ejercen el "real" control político en una sociedad donde la audiencia general es más un instrumento que un factor político. Este fenómeno comparte características similares a la consabida tensión entre la (primera) modernidad y el discurso posmoderno -en su apropiación tercemundista-. En vista de lo anterior he revisitado la función de la columna de opinión y he encontrado que esta se nutre de la legitimidad que provee su audiencia. Pero es una legitimidad más que intrumental, también es ética. En el caso de Coronell, el vínculo de una legitimidad ética con el lector es tenue y a menudo eclipsado por la lectura instrumental de sus columnas que, sin temor a equivocarme, diría que es su objetivo principal -lo que no me queda claro es sí a Coronell le da lo mismo el instrumento de masas o de circulos influyentes en lo político y legal-. Como producto de lo anterior puedo entender por qué Coronell no es un buen columnista opinión en el sentido estricto de la palabra; él hace periodismo en un formato de opinión. El periodismo sí es una labor que exige autonomía con el lector, su compromiso es con la legitimidad de valores que trascienden lo coyuntural y que compararía con motivos constitucionales. Es preciso notar que el noticiario también comparte las exigencias del periodismo de opinión en este sentido; si bien ambos se soportan en el periodismo, estos deben cumplir con el ejercicio adicional del balance de noticias con el fin de encontrarse con el lector -y no me refiero exactamente a un problema de oferta y demanda aunque esta sea su solución efectiva-. Como dije antes, este dilema se refleja en la tensión modernidad versus posmodernidad materializado en debates como meritocracia vs cuotas a minorias, libertad de expresión vs lo políticamente correcto, opinión experta vs opinión pública, etc. Conclusión, dios existe... y me gustaría ver a Coronell encontrándose con el ciudadano común, no para que se entrege al lugar común y mediatizado, pero para fortalecer una posición ética en los ciudadanos. Pero estas conclusiones las dejo a discución pues no quiero ser culpable de perder a un gran periodista por experimentos de entretenimiento. Por lo demás, mi desconfianza con Coronell parecía ser tan solo un malentendido entre formatos.

Posts relacionados: Un ideario.
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