martes, 1 de septiembre de 2009

El periodismo según Coronell

Como el mismo Daniel Coronell lo reconoce en su entrevista-chat con la revista Semana, su columna se distancia de la columna de opinión. Pero antes de ahondar en la ontología de la columna de opinión debo confesar mi sorpresa cuando mi sospecha -y al parecer la de muchos- de que Coronell tendría una fijación personal con ciertos nombres del poder se trasladó a una postura de principio sobre la labor periodística. En esa medida he intentado esgrimir en el presente post algunas observaciones formales que ayuden a entender el origen de mi desazón inicial. Básicamente parto de su afirmación donde expresa su desinterés por complacer al lector, comparando este último ejercicio con la labor de la industria del entretenimiento. Para mí, el punto crucial que determina lo que "es" y no "es" en el periodismo de Coronell es la noción de legitimidad. La posición de Coronell se puede caracterizar porque posa la legitimidad de su ejercicio, en un lugar que no es el de la audiencia general, sino que se ubica en los círculos de poder que ejercen el "real" control político en una sociedad donde la audiencia general es más un instrumento que un factor político. Este fenómeno comparte características similares a la consabida tensión entre la (primera) modernidad y el discurso posmoderno -en su apropiación tercemundista-. En vista de lo anterior he revisitado la función de la columna de opinión y he encontrado que esta se nutre de la legitimidad que provee su audiencia. Pero es una legitimidad más que intrumental, también es ética. En el caso de Coronell, el vínculo de una legitimidad ética con el lector es tenue y a menudo eclipsado por la lectura instrumental de sus columnas que, sin temor a equivocarme, diría que es su objetivo principal -lo que no me queda claro es sí a Coronell le da lo mismo el instrumento de masas o de circulos influyentes en lo político y legal-. Como producto de lo anterior puedo entender por qué Coronell no es un buen columnista opinión en el sentido estricto de la palabra; él hace periodismo en un formato de opinión. El periodismo sí es una labor que exige autonomía con el lector, su compromiso es con la legitimidad de valores que trascienden lo coyuntural y que compararía con motivos constitucionales. Es preciso notar que el noticiario también comparte las exigencias del periodismo de opinión en este sentido; si bien ambos se soportan en el periodismo, estos deben cumplir con el ejercicio adicional del balance de noticias con el fin de encontrarse con el lector -y no me refiero exactamente a un problema de oferta y demanda aunque esta sea su solución efectiva-. Como dije antes, este dilema se refleja en la tensión modernidad versus posmodernidad materializado en debates como meritocracia vs cuotas a minorias, libertad de expresión vs lo políticamente correcto, opinión experta vs opinión pública, etc. Conclusión, dios existe... y me gustaría ver a Coronell encontrándose con el ciudadano común, no para que se entrege al lugar común y mediatizado, pero para fortalecer una posición ética en los ciudadanos. Pero estas conclusiones las dejo a discución pues no quiero ser culpable de perder a un gran periodista por experimentos de entretenimiento. Por lo demás, mi desconfianza con Coronell parecía ser tan solo un malentendido entre formatos.

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