jueves, 7 de octubre de 2010

Después de la tormenta (reflexiones)

No hay que ser uribista para reconocer lo que hizo Uribe por Colombia, basta ser pensante para ver lo que hizo por el Sena, por la sinergía entre el gobierno y las entidades territoriales y un largo etcetera de logros. Tampoco hay que ser antiuribista, basta con ser pensante, para reconocer que hubo extralimitaciones del poder y viejas y cuestionables prácticas políticas. Quizá no siempre somos pensantes, pero siempre que le demos voz al Otro, habrá quién nos recuerde aquello que nos falta para serlo. No soy uribista y sin embargo, creo que lo del AIS fue sobredimensionado. Esas irregularidades no obedecieron tanto a actos malintencionados del ministerio, como a errores del modelo neoliberal. En el caso de los falsos-positivos, lo que le imputo al alto gobierno fue su incapacidad para asumir los costos políticos de un modelo de recompensas que apostó más al materialismo que a la convicción moral. Quizás esa distorsión moral también sea otro producto de la cosmovisión capitalista. No puedo pensar en algo que desmoralice más la tropa que saber que otros soldados se llevan los honores con falsos-positivos. Por eso no entendí a los supuestos defensores de las Fuerzas Armadas queriendo silenciar esa vergüenza nacional. Si no logramos evitar los falsos positivos, que al menos la justicia logre reparar en algo la moral de la tropa, para que se sientan orgullosos del estado que defienden (un estado que no necesita de las indulgencias para ganarse el favor de la tropa).

Ser "pensante" no es cuestión de inteligencia, se trata de pensar por sí mismo. Yo reconozco que hay algo de injusticia en silenciar a aquellos que apoyan el statu quo. La mentalidad militar depende de ese mito en el que se funda el estado moderno. Pero hay suficiente espacio para tomar una posición crítica sin tener que caer en apologias a la anarquía o al poder totalitario. Es un error reducir ese espacio a dos puntos: el bueno y el malo, los patriotas y los apátridas, el sano y el enfermo. Esa es la lógica de la guerra, y es de la guerra de la que queremos escapar. Hay una voz que debe ser alsada cuando la historia parece deshumanizarnos; es la voz de los ciudadanos. No es la razón histórica que enarbolan los políticos, es la ética de nuestro diario vivir; la que entrelaza los miembros de una comunidad. A veces me pregunto, como puedo llegar hasta el punto de desear o considerar justificadas acciones que nunca ejecutaría contra nadie conocido? es el poder de la ficción, es la locura de la historia. Los paquetes ideológicos abundan en odio y escasean en amor. No podemos renunciar a la historia pero podemos humanizar su lectura. Como pues, escapar de las cadenas de la historia? yo me pregunto, por qué la unidad de medida para juzgar la historia deben ser los prohombres? a quién le sirve esa medida? a quién? es hora de que la ironía de la historia llegue (a salvar) al gran público.

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